Opinión
La tierra cómo actor principal: repensando eso llamado derecho ambiental
Por: Andrés Gómez Rey*
En algún momento pareció razonable o, bueno al menos aceptable pensar que los estudios del planeta separaran por un lado la sociedad/cultura y por otro la naturaleza. Con ello, se forjaron disciplinas que profundizaron los “análisis” sobre esas dos cosas -por separado claro está-: la biología, el derecho, la sociología, la ecología y así sucesivamente. Sin embargo, ello desencadenó la imposibilidad de conocer el mundo como se nos presenta en nuestra vida cotidiana: ensamblado o articulado. Bajo esta premisa el derecho reaccionó antes las preocupaciones ambientales:
“protegiendo”, “conservando” y produciendo reglas para eso llamado naturaleza, que sin lugar a dudas ayudó además a fabricar. Dejando de lado el otro “lado de la modernidad”, es decir lo social. Con ello, fraccionó la protección del ambiente por los elementos que consideró que hacen parte de este: el agua, el aire, el suelo, la flora, la fauna, el subsuelo y otros. Así, los operadores del derecho tomaron decisiones sobre los ríos sin tener en cuenta lo que está dentro de ellos, decisiones sobre el subsuelo, sin tener en cuenta lo que está en el suelo. Es decir, desconectando el mundo.
Este binomio naturaleza-sociedad que soporta el derecho ambiental, actualmente se encuentra con un gran reclamo: la mutación climática como la denomina Bruno Latour (fallecido recientemente), es decir, el reclamo del planeta tierra por participar entorno a nuestras formas de relacionarnos. Mostrando que la interconexión de los elementos del planeta implica que todo movimiento de sus actores humanos y no humanos desencadena movimientos en otros, beneficios, afectaciones y más.
Lo anterior plantea una invitación: “aterrar” afirma el autor, es decir, llevar la tierra a todos lo debates sobre la forma en la cual nos relacionamos, es decir, como un actor de las relaciones existentes en el planeta.
Esto es realmente un reto y una necesidad. Un derecho ambiental que permita colaborar entre humanos y no humanos, que no fragmente el mundo, que lo comprenda de manera interrelacionada, como está. Esta colaboración implica una participación que tenga en cuenta que todos compartimos el planeta, que comprenda las muchas formas de entendernos y no solidifique unas, que vaya más allá de la idea de legalidad.
Así, aquello llamado daño, incluya a todos los actores y no se limite a la idea de cumplir una serie de reglas legales. Es un llamado de la tierra que reclama ser parte de nuestro derecho y nuestra política. Porque, como afirma Latour, estamos montados en un avión, que partió de un lugar que dejó de existir y tiene como destino otro que también desapareció. Si bien esto es solo una invitación, precisamente la Escuela de derecho ambiental busca consolidar nuevas propuestas para reflexionar alrededor de nuestro derecho ambiental.
Tenemos que hacer que ese nuevo lugar, ese otro posible, parta de la base que estamos relacionados y nuestro respeto común, debe guiar entonces la construcción de un derecho ambiental que escape de la división entre naturaleza y sociedad.
Reorientar como nos entendemos y relacionamos. Así, esto es solo una invitación: la necesidad de repensar, eso llamado derecho ambiental.
*Andrés Gómez Rey, es profesor principal de la Universidad del Rosario. Sus intereses de investigación enmarcados en lo ambiental, el agua y los servicios públicos buscan conocer aquellos márgenes de acción y debate de lo jurídico desde la vida cotidiana de las personas.
Correo electrónico: andres.gomez@urosario.edu.co